martes, 24 de septiembre de 2013

Reino(a) del Fuego







 
Reino del Fuego

Se imprime un dedo en la roca
El sol surge en el horizonte
La diosa es la misma Tierra

Ahora la mano toma la serpiente hierática
Y la alza para que coincida con el vértice de la pirámide

No sé... Pero quisiera,

Y vuelvo mis pasos, cangrejo,
Con el espejo y la montaña en la espalda
Tengo miedo

Y no hay nada, ni nadie
Cuando cojo el cuerpo de la mujer
y la mujer coge el mío.

Alzo las cejas y soy ahora
Soy Ahora y Aquí
Desarticulando las carnes del dios de la noche
Y entrando en lo profundo

Una vieja y un viejo de mal aspecto me vigilan
Huraños.

Algo dice:

Que se abra tu corazón como las flores”
Una abeja muere en un plato azul
Bebiendo miel del sur de Chile.

Cómo es posible que estas mariposas
Me vigilen…

Las mariposas de un drogadicto en California en 1969
En un televisor, 10 años después.

Una mujer vive en una Isla.
Es la prometida del capitán Trueno,
Thule.

Ríe.

Un salto y


Reino del Agua

Por acabarse.

Tiene miedo en la cama.
Tiene miedo de estar yéndose sumergido
Por este valle del monte de Venus
Camina feliz,
una mujer-dragón surge del Agua.

Pero no existe sólo, el adolescente.
Hay un niño mirando las tres esferas que se pierden en el desierto
En el desierto surge el agua:
El oasis
El oasis
El Oasis

Aparece el agua
Aparece el río subterráneo y la diosa del Agua.

Descenso

Venus-Quetzalcoatl
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete.

Aparece un trilobites
Una flor
Una pichanga en el barrio.
Descendemos, mi primo viene con nosotros.
Hay una cancha de pasto,
No es la cancha-calle habitual.
Queacho, mi primo juega y juega
Y nosotros jugamos
y por fin vencimos a nuestros vecinos:
Los Espejos.

Interior
No hay secreto, ni originalidad
Pregúntelo si quiere,
Venus se mueve hacia el oriente.

El sol despiadado me abrasa
Mi cuerpo desarticulado es devorado por los buitres
Y un ave, hierática,
Vendrá por mí.

¿Adonde voy ahora?

Devoro las manzanas, las como con semillas
Me crecerán árboles macizos
Raíz y fruto,
interferencia,
Maíz lleno de sol, trigo, arroz
Las cenizas pelan mote
Las cenizas hacen tortillas
Las cenizas son las semillas quemadas y ahogadas.

Voy hacia el tejido de mi madre,
Voy a formar y a deshacer la madeja.

Giordano Bruno
Me dijo que las vacas comían cosmos
Giordano era feo
Porque llevaba una cruz
Te lo digo y no lo sabrás.

Porque después vendrá la muerte,
La muerte propiciada por los zombies
Que sienten pánico,
Son los hijos de Cortés
Y amantes del Amor Cortés y cortesano.

Ay, Virgen de Guadalupe
Cicatriz y estrellas.

Estoy tan lejos
Pero como Luna los distraeré para que tú nazcas
Bendito Judas.

Vienen pintados los toltecas
En las velas de los españoles

Y casi al final del día,
Plenamente incompleto,
Y envuelto en sombras,
Soplo la vela.

Una montaña
Es un pedazo de cielo (,) invertido.




La Fuente

 Aguas volcánicas emergiendo, camino a la Laguna El Morado


LA FUENTE

El chorro de un volcán se vuelve pluralidad de rayos 
y el abismo del universo crea la superficie de la acelga. 

Amanece en las uñas de un niño y en las del anciano cae el ocaso.

Los ácaros siempre sonríen y se saben eternos.

Ellos saben que el cuerpo de los humanos se va morir, pero para los ácaros que se acabe el cuerpo de los humanos, es como que se extinga el sol para los humanos .

lunes, 23 de septiembre de 2013

Acercándome a Santiago

Acercándome a Santiago

Desde Pica
Mi amigo Yoni, vivía en una casa muy grande, desde la que se podía mirar las estrellas a través del techo. Con un piso tan suave, que caminábamos por ella descalzos .

La casa de mi amigo Yoni era tan rara y flexible, que se podía doblar, cortar,
crecer o disminuir en cualquier momento.

La casa de mi amigo Yoni.Tenía muros de cartón y cielo de plástico transparente
Y por piso tenía las arenas del desierto de Atacama.

Y en ella cabía el enorme corazón de sus padres, que casi nunca estaban, pues comerciaban para vivir. Día y noche.

Recuerdo el sabor del helado de guayaba, que sorbíamos distraídos, mientras Yoni me mostraba su casa.

Y recuerdo haberle dicho: ¡Qué grande es tu casa!
Y recuerdo su cara sonriente y que me respondió: ¡Y eso que aun no han hecho mi pieza!

Recuerdo su abrazo, el día que nos tomaron la foto, vestidos de piratas en la comparsa que recorría las calles de Pica, recuerdo al niño que era yo, recitando arriba de una silla, una estúpida poesía nacionalista, a un público de rostros aymaras que me miraba sin escuchar.

Recuerdo a la banda de a litro, interpretando la marcha fúnebre mientras, caminábamos a despedir los restos del hijo de la profesora Amelia, que ofició otro de sus hijos, que era un cura joven y barbón.

Y recuerdo cómo, a los pocos minutos de terminar el acto, y a las pocas cuadras, esos mismos bronces convirtieron en carnaval a la Muerte y que mi corazón entristecido, volvió a reír y saltar con el mismo arte en distinto tono.

Recuerdo haberme creído enamorado a los 8 años, de una rubiecita a la que no me atreví a palabrear, luego de que mi hermano, el menor, la fue a buscar, y que al día siguiente de mi intento, apareció de la mano de un compañerito, la muy suelta.

Recuerdo haber visto el pájaro loco en celuloide, para terminar viendo asustado “Los Pájaros”, en una sesión de cine en la escuela, hecha por el padre de una compañera de apellido Grimaldi.

Recuerdo saltar desde un columpio, tratando de asir unas hojas de eucaliptos.
Y haber comido naranjas de una plaza pública y del huerto de un cura.

Recuerdo haberme lavado las manos negras, -de insecticida, luego de sacar naranjas del huerto de la iglesia-, en el agua bendita.

Recuerdo a mi padre haciendo unas camas suecas y modelando para mí un cocodrilo de madera articulado, barnizado de verde y de un 7 que nunca debí obtener en Técnico Manual.

Recuerdo ver a un tipo diciéndole algo a un compañero, y ver cómo él se me acercaba y entre lágrimas que me nublaban la vista, sentir el golpe que me rompió la nariz.
Y recuerdo con terror como lo castigaron... y como yo...tiempo después, le dije algo a un niño que le re-rompió la nariz a otro pequeño.

Recuerdo como llorando volví a mi casa.
Y cómo días después, acompañé al niño herido a su casa.
Y cómo le pedía disculpas en silencio.
Una y otra vez, incluso ahora.

Recuerdo a mis hermanos que llegaban de Iquique los viernes y cómo los quería y extrañaba. Y lo raros y cambiados que se volvieron. Y cómo algo se nos perdió a todos cuando encontramos los restos de una momia de un niño en nuestras
caminatas familiares por el desierto a pies pelados.

Y esas raras esferas de colores que vimos a lo lejos...
O la luz que nos siguió durante el regreso a Santiago...

O las dos lunas que vio mi primo Pato. Lunas que se modificaron tanto que se convirtieron en un cilindro que brillaba, como brillan los cilindros que cuelgan al viento junto a unas banderitas tibetanas regaladas por una querida amiga,
ahora, hoy, en la casa que ayudé a construir a amigo Mauricio.

Recuerdo como fue ir acercándome a la capital.