Desde Pica
Mi amigo Yoni, vivía en
una casa muy grande, desde
la que se podía mirar las estrellas a través del techo. Con un piso tan
suave, que caminábamos por
ella descalzos .
La casa de mi amigo Yoni
era tan rara y flexible, que se
podía doblar, cortar,
crecer o disminuir en
cualquier momento.
La casa de mi amigo Yoni.Tenía muros de
cartón y cielo de plástico transparente
Y por piso tenía las
arenas del desierto de Atacama.
Y en ella cabía el enorme
corazón de sus padres, que casi nunca estaban,
pues comerciaban para vivir. Día y noche.
Recuerdo el sabor del helado de
guayaba, que sorbíamos distraídos, mientras Yoni me
mostraba su casa.
Y recuerdo haberle
dicho: ¡Qué grande es tu casa!
Y recuerdo su cara
sonriente y que me respondió: ¡Y eso que aun no han
hecho mi pieza!
Recuerdo su abrazo,
el día que nos tomaron la foto, vestidos de piratas en la
comparsa que recorría las
calles de Pica, recuerdo al niño
que era yo, recitando arriba de una
silla, una estúpida poesía
nacionalista, a un público de rostros
aymaras que me miraba sin
escuchar.
Recuerdo a la banda
de a litro, interpretando la marcha
fúnebre mientras, caminábamos a despedir
los restos del hijo de la profesora
Amelia, que ofició otro de sus hijos, que era un cura joven y barbón.
Y recuerdo cómo, a los pocos minutos de
terminar el acto, y a las pocas cuadras, esos mismos bronces convirtieron
en carnaval a la Muerte y que mi
corazón entristecido, volvió a reír y
saltar con el mismo arte en distinto tono.
Recuerdo haberme creído
enamorado a los 8 años, de una rubiecita a la que no me atreví a
palabrear, luego de que mi hermano, el menor, la fue a buscar, y que al día siguiente
de mi intento, apareció de la mano de un
compañerito, la muy suelta.
Recuerdo haber visto el
pájaro loco en celuloide, para terminar viendo
asustado “Los Pájaros”, en una sesión de cine en
la escuela, hecha por el padre de una
compañera de apellido Grimaldi.
Recuerdo saltar desde un
columpio, tratando de asir unas
hojas de eucaliptos.
Y haber comido naranjas de
una plaza pública y del huerto de un cura.
Recuerdo haberme lavado las manos negras, -de insecticida, luego de sacar naranjas del huerto de la iglesia-, en el agua bendita.
Recuerdo a mi padre
haciendo unas camas suecas y modelando para mí un
cocodrilo de madera articulado, barnizado de verde y de un
7 que nunca debí obtener en Técnico Manual.
Recuerdo ver a un tipo
diciéndole algo a un compañero, y ver cómo él se me
acercaba y entre lágrimas que me nublaban la vista, sentir el golpe que me rompió la nariz.
Y recuerdo con terror como
lo castigaron... y como yo...tiempo después, le dije
algo a un niño que le re-rompió la nariz a otro pequeño.
Recuerdo como llorando
volví a mi casa.
Y cómo días después,
acompañé al niño herido a su casa.
Y cómo le pedía
disculpas en silencio.
Una y otra vez, incluso
ahora.
Recuerdo a mis hermanos
que llegaban de Iquique los viernes y cómo los
quería y extrañaba. Y lo raros y cambiados que
se volvieron. Y cómo algo se nos perdió
a todos cuando encontramos los restos de una momia de
un niño en nuestras
caminatas familiares por
el desierto a pies pelados.
Y esas raras esferas de
colores que vimos a lo lejos...
O la luz que nos siguió
durante el regreso a Santiago...
O las dos lunas que vio mi
primo Pato. Lunas que se modificaron
tanto que se convirtieron en un cilindro que brillaba, como
brillan los cilindros que cuelgan al viento
junto a unas banderitas tibetanas regaladas por una querida
amiga,
ahora, hoy, en la casa
que ayudé a construir a amigo Mauricio.
Recuerdo como fue ir
acercándome a la capital.
2 comentarios:
Que lindo esto, cosas que no conocía mezcladas con otras de las que he oído de muchas bocas. Sin lugar a dudas la experiencia que tuvieron todos ustedes en Pica fue muy bella y enriquecedora. Me gustaría alguna vez conocer ese pueblito del que todos ustedes (mi mamá y tíos) siempre hablan.
Hermoso, tío Alen <3
Maestrísimo Alen,
Increíblemente potente cada recuerdo.
Emociona cuan simple se vive y como esa simplicidad marca nuestros caminos.
Un gran abrazo a distancia.
Leonardo
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